Un cuento infantil para leer a niñas y niños de 5 a 8 años, sobre los retos y dificultades de cada un@, un hada con muchas habilidades (aunque volar, no era una de ellas) y un gorrión en apuros llamado chispa.
Joana era un hada de las que tiene alitas, vestido de pétalos y casita de setas. También tenía una libreta llena de dibujos de ardillas haciendo yoga y caracoles con sombreros. Joana vivía cerca de la Fuente Mágica, un sitio muy importante porque el agua hacía “¡blup!” al revés. O sea: “¡pulb!”
Como todas las hadas jóvenes, Joana iba a clases de vuelo. La profesora era el Hada Pétala, que tenía una voz muy dulce, pero gritaba mucho. Por dentro, parecía una nube de algodón de azúcar; por fuera, más bien un zapato enfadado.
—¡Aleteo firme! ¡Espalda recta! ¡Nada de volteretas sin permiso! —gritaba Pétala mientras volaba como una bailarina con prisa.
Todas las hadas hacían piruetas, rizos, remolinos y tirabuzones. Menos Joana.
Joana, cuando volaba, parecía… un ventilador estropeado. Hacía ruidos raros con las alas: “fufufu… clac… fuuu… plaf” y acababa aterrizando en matorrales, charcos o en la espalda de algún tejón sorprendido.
—No sirvo para volar —decía Joana con un ala llena de hojas secas—. Pero soy buena recolectando bayas, ayudando a los animales y dibujando ardillas.
—¡Las hadas vuelan, Joana! —decía Pétala—. No se trata solo de ser buena con los lápices. ¡Esto es el arte de volar! ¡La danza del cielo!
Joana suspiraba. Ella prefería los mapaches. No volaban, pero sabían abrir tarros de mermelada.
Un día, después de una clase especialmente catastrófica (en la que Joana terminó dentro del buzón de una familia de gnomos), decidió que ya estaba harta.
—¡Se acabó! —gritó, con una bellota pegada a la frente—. ¡No quiero volar más! ¡Quiero ser una recolectahada! ¡O una dibujadora! ¡O una ayudantista de animales! ¡Pero no una vuela-mal-hada!
Se fue al bosque a dar un paseo y se encontró con sus amigos: una tortuga llamada Ramona, un erizo con las puas engominadas llamado Ernesto y un cuervo que creía ser poeta.
—Joana —dijo Ramona—, todos somos buenos en cosas distintas. Yo no vuelo. Ernesto tampoco. Y Piqui… bueno, Piqui vuela como un campeón, pero escribe poemas horribles.
—¡Eso es mentira! —dijo el cuervo ofendido—. ¿Queréis que os recite mi obra maestra “Oda al gusano húmedo y jugoso”?
—¡No! —dijeron todos al mismo tiempo.
Pese a todo, Joana siguió yendo a las clases. Mejoró un poco. Ya no chocaba con árboles, solo con arbustos. Y una vez, ¡aterrizó sobre una flor sin romperla! Todo un logro.
Pero volar seguía sin gustarle.
Hasta que, un día, ocurrió algo.
Era una mañana soleada con olor a musgo y tostadas (Ramona estaba experimentando con una receta de setas crujientes). Joana estaba dibujando una ardilla con tutú cuando oyó un “¡pío-pío-¡AYAYAYAYAY!” que venía del cielo.
Miró hacia arriba. ¡Era Chispa! Un gorrión que aún no sabía frenar bien. Volaba en círculos. Bueno… más bien en espirales, luego empezó lo que parecía una caída libre y de repente, se quedo enredado a algo.
—¡Joana! ¡Ayuda! ¡Me he quedado atrapado en una enredadera, entre dos ramas muy altas! —chilló.
—¡Voy! —gritó Joana sin pensar.
Pero cuando miró hacia arriba… se le encogió el estómago.
¡Estaba muy alto!
¡Muy MUY alto!
—¿Seguro que quieres volar hasta ahí? —preguntó Ramona, sacando una hoja de cálculo de riesgos forestales.
—¡Joana, tú puedes! —gritó Ernesto mientras se peinaba las púas con estilo.
—¡Hazlo por la poesía! ¡Salva al pájaro dramático! —exclamó Piqui.
Joana tragó saliva. Sentía mariposas en la barriga. No de las bonitas. De las de “¡ay-ay-ay-esto-va-a-salir-mal!”.
Pero… allí estaba Chispa. Enredado. Pidiendo ayuda. Con cara de pánico y patas temblorosas.
Joana cerró los ojos.
Respiró.
Y aleteó.
Subió despacio. Con cuidado. Como si sus alas fueran cucharas de sopa mágica. El viento la empujaba, pero ella seguía. No era rápida. No era elegante. Pero no se detenía.
Aleteo tras aleteo.
Hoja tras hoja.
Finalmente, llegó a las ramas altas. La enredadera se balanceaba como una hamaca. Chispa tenía una patita atrapada y los ojitos como platos de postre.
—¡Joanaaaa! ¡Vas a chocar! —chilló.
—¡No! ¡Voy a… hacer un giro acrobático invertido con doble ala extendida y aterrizaje entre matorrales, categoría 4! —gritó Joana, sin saber exactamente qué significaba eso.
Y entonces…
¡Lo hizo!
Giró. Esquivó una rama. Se inclinó a la izquierda. Aleteó con fuerza. Se inclinó a la derecha. Hizo una especie de espiral-pirueta-salto-pataleo… y ¡PLAF! aterrizó justo al lado de Chispa.
—¡Eso ha sido increíble! —dijo el gorrión, con los ojos como planetas.
—¿Sí? —Joana sonrió, mientras usaba una ramita para romper la enredadera—. Pues no tengo ni idea de cómo lo hice.
Liberó a Chispa y los dos bajaron volando. Bueno… Joana bajó un poco en zigzag, y luego en espiral, y luego hizo un aterrizaje rodante sobre un helecho.
Pero aterrizó.
Desde aquel día, todo el bosque habló de la hazaña de Joana, la hada que volaba raro… pero salvó a un pájaro en apuros.
Pétala, la profesora de vuelo, le puso una estrellita dorada (¡aunque dijo que aún tenía que practicar los aterrizajes!).
Joana siguió dibujando, recolectando bayas, ayudando a animales despistados… y, de vez en cuando, volando a su manera.
Pasó el tiempo y Joana montó una gran exposición en el claro del bosque, con todos sus dibujos: ardillas equilibristas, tortugas con bufanda, caracoles detectives y retratos muy serios de Piqui con gafas de poeta.
Acudieron muchísimos seres mágicos: duendes, hadas, dragones pequeños, tejones… ¡hasta fue el Rey Roble con toda su corte de hojas! Pero lo más emocionante fue cuando, entre el bullicio y los “¡ohhh!” y “¡maravilloso!”, apareció Chispa.
No venía solo.
Traía consigo a tres pequeños gorrioncitos revoltosos que no paraban de revolotear a su alrededor.
—¡Joanaaaa! —gritó Chispa, agitando las alas—. ¡Estos son mis polluelos! ¡Quiero que conozcan a la valiente hada que salvó a su papá!
Joana se giró justo a tiempo para recibir un gran abrazo alado (y bastante alborotado).
—¡Yo quiero aprender a volar raro como tú! —piaba uno de los polluelos.
—¡Y yo quiero salir en uno de tus dibujos! —decía otro, intentando ponerse un tutú de papel.
Joana rió. Su vuelo seguía siendo un poco torcido. Pero su corazón, como sus dibujos, era todo un arte.
Y así, entre abrazos, colores y alas de todos los tamaños, terminó el día más feliz de su vida.
Fin.
🧠 Ideas y herramientas para trabajar este cuento con tus pequeñ@s libronautas
1️⃣ Preguntas para hacer a tus peques, para fomentar la comprensión, el pensamiento crítico y vuestro vínculo
👀 ¿Por qué crees que a Joana no le gustaba volar?
Invita a reflexionar sobre la frustración cuando algo no se nos da bien, y la importancia de aceptar nuestras diferencias.
🦔 ¿Qué hubieras hecho tú si fueras Joana y vieras a Chispa atrapado?
Una forma estupenda de hablar sobre el coraje, la empatía y la toma de decisiones bajo presión.
🎨 ¿Qué otras cosas crees que pueden hacer las hadas, además de volar?
Esto ayuda a abrir el abanico de talentos, romper estereotipos y valorar habilidades no tan “mágicas” pero igual de importantes.
2️⃣ ¿Qué hemos trabajado? Resumen pedagógico del cuento
Este cuento toca con sensibilidad y humor varios aspectos clave del desarrollo emocional y social en la infancia:
- Autoestima y aceptación personal: Joana se siente diferente por no volar bien, pero descubre que eso no define su valor.
- Diversidad de talentos: Se pone en valor que cada niño y niña tiene habilidades únicas que merecen reconocimiento.
- Perseverancia y valentía: Aunque Joana no destaque volando, se enfrenta a su miedo cuando de verdad importa.
- Amistad y apoyo emocional: Sus amigos no solo la animan, sino que la aceptan tal como es, fortaleciendo la idea de comunidad y afecto.
Además, se fomenta la creatividad y el arte como medios de expresión y orgullo personal. El humor y los personajes secundarios refuerzan vínculos afectivos con la lectura.
3️⃣ Datos científicos y curiosidades para pequeños curiosones
🐦 ¿Sabías que los gorriones urbanos pueden aprender a abrir bolsas de comida?
Estos pajaritos son mucho más listos de lo que parecen… igual que Chispa.
🧚 Las hadas forman parte de muchas culturas: Desde las “fairies” celtas hasta los “noppera-bō” japoneses, hay seres mágicos en todo el mundo que nos enseñan algo diferente.
🌿 Las enredaderas se mueven para buscar luz y apoyo: ¡No es magia, es botánica! Algunas pueden girar en espiral para agarrarse mejor.
✏️ Dibujar mejora la concentración y reduce el estrés, incluso en peques: Igual que Joana, muchos niños encuentran en el dibujo una forma de relajarse y expresarse.
🧭 ¿Te ha gustado esta historia? Aquí tienes otros cuentos mágicos con temas relacionados:
🌸La flor mágica de los duendes desastre – Un cuento de duentes desordeanos, que nos habla sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y la naturaleza.
🦄El Unicornio Pirata – Un cuento para niñas y niños sobre un unicornio que quería ser pirata y una tripulación nada convencional.