Un cuento para niñas y niños sobre como afrontar mejor la ira y de como los cuidadores son ejemplo hasta cuando no saben que lo son.
En un huerto no muy lejano, vivía un pequeño pimiento rojo llamado Pimientito. Pimientito tenía un problema: su mal humor.
—¡Mamáaa! —gritó Pimientito un día, porque una coliflor llamada Flora había pisado sin querer su hoja favorita—. ¡Eso no se hace! ¡Ahora estoy furioso, furioso como un volcán en erupción!
Antes de que alguien pudiera decir «¡Cuidado un pimiento enfadado!», Pimientito lanzó un montón de arena hacia Flora. Por suerte, la arena la alcanzó— pero aquello fue suficiente para que todo el huerto se girara a mirarlo con ojos muy abiertos.
Su mamá, que era una pimiento muy sabia y emocionalmente estable, suspiró y le dijo:
—Pimientito, ya sabes que tu papá también tiene fama de gruñón, pero quizás deberíais aprender a no enfadaros tanto… y sobre todo, a no lanzar cosas.
Pimientito miró hacia el extremo del huerto, donde su papá, un enorme pimiento rojo con cara de pocos amigos, estaba refunfuñando porque un pulgón había puesto sus huevos en su hoja.
—Papá —dijo Pimientito con valentía—, ¿quieres venir conmigo a hablar con la señora berenjena? Dicen que ella sabe cómo no enfadarse y no lanzar cosas.
Su papá lo miró con cara de “¿otra vez tú con tus ideas raras?”, pero al final asintió con la cabeza, porque no podía soportar otro día más con esos pulgones invasores y la tensión de evitar que Pimientito hiciera un nuevo “lanzamiento de arena”.
Así que juntos, padre e hijo, se fueron a visitar a la señora berenjena.
La señora berenjena vivía en una casita pintada de morado intenso, con ventanas redondas y una puerta que parecía una rodaja gigante. Dicen que es mágica porque dentro había, libros y muchas cosas curiosas para que las verduras y frutas aprendieran a no enfadarse tanto.
—¡Bienvenidos, pimientos gruñones! —dijo la señora berenjena con una sonrisa tan ancha que parecía una berenjena a punto de reventar—. He oído que buscáis ayuda para no enfadaros y evitar lanzar cosas. ¡Qué valientes!
Pimientito y su papá se miraron, sorprendidos, porque no esperaban que una señora berenjena fuera tan simpática.
—Es que, señora berenjena, yo me enfado mucho —explicó Pimientito—. Y papá también, y a veces no sabemos qué hacer para controlar esos enfados…
—Pues estáis en el lugar correcto —respondió ella—. Enfadaros es como cuando un tomate explota y lo llena todo de salsa, algo que pasa, pero no siempre es bueno. Os voy a enseñar unas técnicas mágicas para controlar ese fuego interior.
Técnica 1: La respiración de la zanahoria
La señora berenjena cogió una zanahoria y la sostuvo delante de ellos.
—Primero, cuando te enfades, respira como si fueras una zanahoria que se está metiendo en la tierra para dormir. Respira profundo, muy despacio. Inhala… y exhala… Inhala… y exhala… ¿Lo intentáis?
Pimientito y su papá cerraron los ojos y respiraron profundo, imitando a la zanahoria.
—¡Ay! —exclamó Pimientito—. ¡Esto ya me hace sentir un poco menos como un volcán a punto de explotar!
—Pues esto es solo el principio —dijo la señora berenjena.
Técnica 2: El escondite del pepino
—Ahora, cuando el mal humor venga a visitaros, imaginad que sois pepinos frescos y que os escondéis en un lugar tranquilo. Puede ser una cueva secreta o una casita en un árbol. ¿Dónde os gustaría esconderos?
Pimientito pensó un momento y dijo:
—En una casita en un árbol con un tobogán.
Su papá, pensó en una playa fantástica, con una sombrilla y música reggae de fondo.
—Perfecto —dijo la señora berenjena—. Cada vez que sintáis el enfado, podéis cerrar los ojos y pensar en ese escondite. Eso ayuda a calmarse y a pensar mejor.
Pimientito cerró los ojos y se imaginó en su casita con el tobogán. Su papá se meneaba al son de su música imaginaria sin darse cuenta.
Técnica 3: El baile del brócoli
—Y para cuando el enfado no se va, os propongo algo más divertido —dijo la señora berenjena—: ¡el baile del brócoli!
Pimientito y su papá la miraron con cara de “¿el qué?”.
—¡Sí! —rió la señora berenjena—. Es un baile muy especial que hace que el enfado se marche porque no puede bailar. Miradme.
La señora berenjena empezó a mover sus brazos como si fueran ramas de un árbol y a girar, saltar y reír a carcajadas.
—¡Probad vosotros! —les animó.
Al principio Pimientito y su papá se miraron extrañados, pero poco a poco empezaron a moverse, a girar, a saltar… ¡y a reír!
—¡Esto es divertido! —dijo Pimientito.
—Y mira, papá, tu cara de gruñón está desapareciendo —bromeó Pimientito.
—Quizás tengas razón —respondió él, con una sonrisa que parecía más una berenjena que un pimiento, pero igual de valiosa.
El secreto final
Cuando ya estaban cansados de bailar, la señora berenjena se sentó y dijo:
—Os voy a contar un secreto: nadie se enfada porque sí. Siempre hay algo que nos hace sentir así. Lo importante es aprender a entender qué pasa dentro de nosotros.
—¿Como qué pasa? —preguntó Pimientito.
—Pues, por ejemplo, a veces estamos cansados, otras veces tenemos hambre, o simplemente nos sentimos solos o tristes. Y eso hace que el enfado aparezca como un monstruo enorme.
—¿Entonces, qué hacemos? —preguntó el papá pimiento.
—Hablar y compartir. Contar cómo nos sentimos, buscar ayuda, y usar las técnicas que hemos aprendido hoy.
Pimientito miró a su papá y le dijo:
—Papá, ¿quieres que practiquemos juntos para no enfadarnos tanto?
El papá pimiento asintió, y los dos se dieron un abrazo.
Al volver al huerto, Pimientito y su papá pusieron en práctica las técnicas. Cuando la coliflor pisó la hoja favorita de Pimientito, él respiró como una zanahoria.
Cuando los pulgones volvieron a poner huevos en las hojas de su papá, él se imaginó en su playa secreta y respiró despacio.
Y cuando el enfado insistía, ¡bailaban el brócoli juntos! Todas las hortalizas del huerto estaban muy contentas, porque esos dos pimientos gruñones ahora eran los más felices y bailongos del lugar.
—¿Ves, Pimientito? —dijo el papá pimiento un día—. No es tan difícil controlar el enfado cuando sabes cómo hacerlo.
Y así, el pequeño pimiento rojo y su papá aprendieron que el enfado no es un monstruo para temer, sino un sentimiento para entender.
Fin.
🧠 Ideas y herramientas para trabajar este cuento con tus pequeñ@s libronautas
1. 🗣️ Preguntas para hacer a tus peques, para fomentar la comprensión, el pensamiento crítico y vuestro vínculo
- ¿Qué crees que sentía Pimientito antes de enfadarse tanto? ¿Crees que había algo más que enfado?
- ¿Qué técnica de las que enseñó la señora berenjena te gustaría probar si tú también te enfadas?
- ¿Has visto alguna vez a una persona mayor (como mamá, papá, profes…) enfadarse como Pimientito? ¿Qué podrías decirles tú si eso pasa?
Estas preguntas abren la puerta a conversaciones profundas y empáticas, ayudando a los peques a entender que todas las emociones son válidas y que incluso los adultos pueden aprender a gestionarlas mejor.
2. 🧩 ¿Qué hemos trabajado? Resumen pedagógico del cuento
Este cuento es una herramienta emocional y educativa que aborda de forma divertida y cercana:
- La gestión de la ira en la infancia, mostrando que sentir enfado es natural pero que se puede canalizar de forma segura y respetuosa.
- El modelaje emocional en los adultos: los peques aprenden también de lo que los adultos hacen cuando creen que nadie los mira.
- La importancia del vínculo familiar para afrontar emociones difíciles juntos y buscar soluciones cooperativas.
- El juego y el humor como estrategias reguladoras: la respiración, la imaginación y el movimiento (como el baile del brócoli) se presentan como herramientas accesibles y efectivas.
Además, se rompe un tabú importante: los adultos también pueden pedir ayuda y aprender a gestionar sus emociones.
3. 🔬 Datos científicos y curiosidades sobre lo que aparece en el cuento
- Las emociones tienen base física: cuando nos enfadamos, el cuerpo se llena de adrenalina y cortisol. Respirar profundo (como la zanahoria) ayuda a calmar el sistema nervioso y volver al equilibrio.
- Los «espacios seguros» mentales (como la casita en un árbol o una playa tranquila) son una técnica real en mindfulness infantil y psicología. Se llaman «visualizaciones guiadas» y ayudan a reducir el estrés.
- El movimiento corporal como autorregulación: estudios de neurociencia muestran que el ejercicio suave o el juego activo (como el «baile del brócoli») reduce los niveles de ira y aumenta la serotonina, la hormona de la felicidad.
- Los niños imitan más el comportamiento que las palabras: según la psicología del desarrollo, los peques observan constantemente a sus figuras de referencia, incluso cuando no están directamente implicados. Esto refuerza el valor del ejemplo adulto.
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