Hay libros que llegan a casa sin hacer ruido y acaban convirtiéndose en indispensables. Eso nos ha pasado con Atlas del mundo. Un insólito viaje por las mil curiosidades y maravillas del mundo, publicado por la editorial MAEVA. No es fácil que un libro de geografía se cuele en el rincón de lectura de una familia, pero este lo ha conseguido.




Capitales, banderas, ríos, cadenas montañosas… Si los ves como datos sueltos que memorizar sin ningún contexto, pueden hacer bola… Pero este libro los convierte en otra cosa. Desde la primera página te invita a mirar el mundo con otros ojos. Y lo hace de una forma tan visual, tan divertida y tan llena de detalles, que es imposible no engancharse. No hay exámenes ni ejercicios. Solo curiosidad y muchas, muchas ganas de explorar.
Detrás de este atlas están Aleksandra Mizielinska y Daniel Mizielinski, una pareja de ilustradores polacos que ya nos habían sorprendido con otros títulos, pero que aquí se han superado. Han creado un libro de gran formato, con tapa dura, papel de calidad y más de 100 páginas ilustradas hasta el último rincón. Cada mapa es una pequeña obra de arte repleta de personajes, objetos, animales, comidas, vestimentas, costumbres, monumentos… todo dibujado con una estética encantadora, a medio camino entre lo vintage y lo infantil.
Ojeando sus páginas vas a descubrir que en Perú se celebran carreras de caballos a más de 4.000 metros de altitud, que en Etiopía se prepara un café con ceremonia incluida, o que en Japón hay peces globo tan adorables como venenosos. Cada página está llena de detalles que no sabías que querías saber… hasta que los ves.
Eso es lo que convierte a este atlas en algo tan especial. No es un libro de consulta que se queda en una estantería para cuando hay deberes. Es un libro vivo, que llama desde la mesa del salón para que lo abras sin motivo. Lo mismo sirve para responder preguntas del tipo “¿Dónde está Madagascar?” que para abrir la puerta a nuevos juegos, proyectos o ideas. En casa, muchas tardes de aburrimiento se han transformado en aventuras gracias a él.

La estructura es sencilla pero eficaz. Cada continente tiene su apartado, y dentro de él, varios países representados con un mapa ilustrado y una selección de curiosidades. Algunos tienen doble página, otros aparecen más resumidos, pero todos están tratados con cariño y respeto. Lo que más sorprende es la variedad: no hay dos mapas iguales. Y lo mejor, no hay una visión uniforme del mundo. Se nota un esfuerzo por mostrar la diversidad como algo enriquecedor, sin caer en tópicos.
Eso hace que el atlas funcione también como una herramienta para trabajar valores. Porque cuando ves cómo viven otras personas, qué celebran, qué comen, cómo visten o qué animales comparten su entorno, es mucho más fácil entender que no todos somos iguales, y que eso es una maravilla. De forma natural, sin discursos, el libro va sembrando semillas de empatía, tolerancia y curiosidad.
Aunque está recomendado para niños a partir de siete años, en realidad es uno de esos libros que crecen con el lector. Los más pequeños pueden pasar un buen rato simplemente mirando los dibujos, buscando animales, señalando detalles. Los mayores ya pueden leer los textos breves que acompañan a cada país, y los adultos… bueno, los adultos vamos aprendiendo igual o más que ellos. Es un libro que se disfruta en familia, sin edades. Cada vez que lo abres descubres algo nuevo.
En cuanto a la utilidad, es sorprendente lo versátil que resulta. Puedes usarlo para complementar un trabajo escolar, para preparar un viaje (real o imaginario), para responder una duda o simplemente para pasar un buen rato. Es muy común que en casa alguien diga “¿Y qué idioma se habla en Mongolia?” o “¿Dónde está Sri Lanka?” y, en lugar de ir a Google, vayamos corriendo al atlas. Eso tiene un encanto especial.
Y es que este libro no se lee de principio a fin, ni se consume de una sola vez. Es más bien un mapa del tesoro, de esos que vas siguiendo poco a poco, eligiendo tu ruta según el día o el humor. Hoy puedes descubrir qué animales viven en el Ártico y mañana explorar la cocina de India. No hay una forma correcta de leerlo.
A nivel visual, pocas veces hemos visto un libro de no ficción tan cuidado. Los colores, los trazos, la composición… todo está pensado para ser claro, amable y estimulante. No hay ilustraciones vacías. Cada rincón tiene algo que contar. A veces, incluso demasiado: cuesta cerrar el libro porque siempre queda algo por ver. Eso, para un peque curioso, es un regalo. Para un adulto que comparte la lectura, también.
¿Tiene puntos débiles? Alguno. Hay quien podría echar en falta un índice más detallado, o más países representados (algunos tienen solo un espacio muy reducido). Y si buscas exactitud geográfica milimétrica, puede que prefieras otro tipo de atlas. Este libro no pretende ser técnico ni exhaustivo. Su propósito es despertar la curiosidad, y eso lo consigue de sobra.
Por eso, creemos que no solo es un libro ideal para niños y niñas, sino también un regalo perfecto para familias. Es un objeto bonito, útil, con un enfoque amable del mundo, y con una edición tan cuidada que apetece tenerlo siempre a mano
En definitiva, Si quieres un título que despierte la curiosidad de tus peques y alimente su amor por el planeta, este es el indicado. En casa se ha convertido en un imprescindible. Y sospechamos que en la tuya también puede hacerlo.
Puedes encontrar Atlas del mundo. Un insólito viaje por las mil curiosidades y maravillas del mundo aquí:
👉 Ver en Amazon